Los jurados no se pueden sustraer a la influencia de los medios masivos de comunicación |
Los juicios por jurado tienen un gran problema: el jurado juzga en la mayoría de los casos como se lo dictan los medios de comunicación. La influencia de los diarios y los noticieros sobre la población es tan poderosa, que el jurado difícilmente se puede sustraer de ella.
Los juradistas argumentan que los jueces tampoco son ajenos a los medios de comunicación y que son influidos por ellos de igual modo. Ello no es cierto, porque hay una gran diferencia: los jueces tienen más recursos técnicos y jurídicos que los periodistas.
El juez cuando resuelve el caso tiene la seguridad del que sabe cómo hacerlo. La ciencia penal le brinda las herramientas necesarias para ello. Los estudios jurídicos le permiten saber cuándo juzga bien y cuándo juzga mal, y no precisa de alguien que le diga cómo ha juzgado o cómo debe juzgar.
En general, el periodismo es una profesión de personas capacitadas. Esta mayor formación hace que la mayoría de los periodistas conozcan sus limitaciones técnicas, de modo que difícilmente un periodista serio pretendería enseñar a un médico cómo curar, ni a un mecánico cómo reparar vehículos, ni a un ingeniero cómo construir puentes, ni a un juez cómo juzgar.
El periodismo también canaliza y emite opinión, lo cual es muy positivo en la medida en que no se crucen los límites lógicos de la especialización. Si un periodista le dijera a un cirujano cómo debe intervenir quirúrgicamente a su paciente, el médico naturalmente no le llevará el apunte, porque en la ciencia de curar sabe mucho más que el periodista. De igual modo, si un periodista le dijera a un juez cómo debe juzgar, el juez naturalmente lo le llevará el apunte, porque en la ciencia jurídica sabe mucho más que el periodista.
Por lo expuesto, la contaminación mediática no afecta por igual a jueces y jurados. El juez tiene mejores herramientas que la población en general en la ciencia de juzgar (que se materializa en la teoría del delito), y naturalmente no se deja influir por las opiniones vertidas en los medios de comunicación.
Con el jurado ocurre todo lo contrario. El jurado es más permeable a las opiniones de los medios de comunicación, porque sus conocimientos sobre la ciencia de juzgar son escasos y su experiencia inexistente. El jurado es inexperto y, por ende, muy permeable a ser influenciado por inexpertos.
El problema del jurado es que no ha estudiado ciencia penal ni ha sido entrenado para la labor de juzgar. El jurado inexperto, en su natural inseguridad, busca sostén en el único lugar posible: los medios de comunicación. Y no puede imponer su criterio al de los medios, porque carece de recursos necesarios para ello: no sabe más que cualquier "opinólogo" que ve en la televisión o lee en los diarios.
Incluso si los periodistas que trataran el tema fueran especializados (que por cierto los hay muy buenos), por falta de acceso al expediente judicial o al debate oral, normalmente no cuentan con todos los datos relevantes para la solución del caso.
Asimismo, es un dato a tener en cuenta que los medios no sólo recogen opiniones (que no todas son calificadas), sino que también reproducen testimonios que no siempre son veraces e informaciones y trascendidos que no siempre son fidedignos.
De todo esto se empapa el jurado y puede juzgar adulterado por cualquier opinión o información que recoge de los medios de comunicación.
Los medios de comunicación no tienen ni deben tener la función de producir prueba, crear convicciones o juzgar. Los legisladores deben abrir bien los ojos, porque dejar el juzgamiento en manos de un jurado inexperto, puede significar dejar el juzgamiento en manos de los medios de comunicación.
Los juradistas argumentan que los jueces tampoco son ajenos a los medios de comunicación y que son influidos por ellos de igual modo. Ello no es cierto, porque hay una gran diferencia: los jueces tienen más recursos técnicos y jurídicos que los periodistas.
El juez cuando resuelve el caso tiene la seguridad del que sabe cómo hacerlo. La ciencia penal le brinda las herramientas necesarias para ello. Los estudios jurídicos le permiten saber cuándo juzga bien y cuándo juzga mal, y no precisa de alguien que le diga cómo ha juzgado o cómo debe juzgar.
En general, el periodismo es una profesión de personas capacitadas. Esta mayor formación hace que la mayoría de los periodistas conozcan sus limitaciones técnicas, de modo que difícilmente un periodista serio pretendería enseñar a un médico cómo curar, ni a un mecánico cómo reparar vehículos, ni a un ingeniero cómo construir puentes, ni a un juez cómo juzgar.
El periodismo también canaliza y emite opinión, lo cual es muy positivo en la medida en que no se crucen los límites lógicos de la especialización. Si un periodista le dijera a un cirujano cómo debe intervenir quirúrgicamente a su paciente, el médico naturalmente no le llevará el apunte, porque en la ciencia de curar sabe mucho más que el periodista. De igual modo, si un periodista le dijera a un juez cómo debe juzgar, el juez naturalmente lo le llevará el apunte, porque en la ciencia jurídica sabe mucho más que el periodista.
Por lo expuesto, la contaminación mediática no afecta por igual a jueces y jurados. El juez tiene mejores herramientas que la población en general en la ciencia de juzgar (que se materializa en la teoría del delito), y naturalmente no se deja influir por las opiniones vertidas en los medios de comunicación.
Con el jurado ocurre todo lo contrario. El jurado es más permeable a las opiniones de los medios de comunicación, porque sus conocimientos sobre la ciencia de juzgar son escasos y su experiencia inexistente. El jurado es inexperto y, por ende, muy permeable a ser influenciado por inexpertos.
El problema del jurado es que no ha estudiado ciencia penal ni ha sido entrenado para la labor de juzgar. El jurado inexperto, en su natural inseguridad, busca sostén en el único lugar posible: los medios de comunicación. Y no puede imponer su criterio al de los medios, porque carece de recursos necesarios para ello: no sabe más que cualquier "opinólogo" que ve en la televisión o lee en los diarios.
Incluso si los periodistas que trataran el tema fueran especializados (que por cierto los hay muy buenos), por falta de acceso al expediente judicial o al debate oral, normalmente no cuentan con todos los datos relevantes para la solución del caso.
Asimismo, es un dato a tener en cuenta que los medios no sólo recogen opiniones (que no todas son calificadas), sino que también reproducen testimonios que no siempre son veraces e informaciones y trascendidos que no siempre son fidedignos.
De todo esto se empapa el jurado y puede juzgar adulterado por cualquier opinión o información que recoge de los medios de comunicación.
Los medios de comunicación no tienen ni deben tener la función de producir prueba, crear convicciones o juzgar. Los legisladores deben abrir bien los ojos, porque dejar el juzgamiento en manos de un jurado inexperto, puede significar dejar el juzgamiento en manos de los medios de comunicación.
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